Cañón del Chicamocha, Santanderes, Colombia
Ella no entendía por qué ultimamente tropezaba tanto. Cuando resbaló en el barro a pleno mediodía le echó la culpa a la insistente lluvia de marzo, la tarde que sus pies fallaron en la puerta del ascensor se excusó diciendo que los sitios cerrados la mareaban un poco , y la mañana que sembró sus rodillas sobre la acera señaló a un cable de electricidad como el culpable.
Ese mismo día reflexionó sobre sus cordones, estaban demasiado largos, debía ser eso, se enredaba con todo lo que se atravesaba por delante.
Cualquier excusa seria válida para negar la evidencia: había equivocado el camino y sus pies se negaban a avanzar, en un intento desesperado por recomponer la ruta.
Ella no entendía por qué ultimamente tropezaba tanto. Cuando resbaló en el barro a pleno mediodía le echó la culpa a la insistente lluvia de marzo, la tarde que sus pies fallaron en la puerta del ascensor se excusó diciendo que los sitios cerrados la mareaban un poco , y la mañana que sembró sus rodillas sobre la acera señaló a un cable de electricidad como el culpable.
Ese mismo día reflexionó sobre sus cordones, estaban demasiado largos, debía ser eso, se enredaba con todo lo que se atravesaba por delante.
Cualquier excusa seria válida para negar la evidencia: había equivocado el camino y sus pies se negaban a avanzar, en un intento desesperado por recomponer la ruta.
3 comentarios:
A veces hay que echar a andar con nuestros caminos sobre millones de zuelas.
Ojalá eso hicieran mis pies! Pero no, son como los caballos van a donde los lleve.
Que buen texto, preciso, redondito, perfecto, como un anillo. Un abrazo mexicano para usted la señora Colombiana. Pero que rico abrazo no le parece! jaja
Me ha gustado mucho. Gracias por compartirlo,
Bego
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