Fosa Comun, Juan Gualberto Ibañez Gómez, Cuba
La tierra anhelante esperaba al grano
que abriga el secreto de la vida.
El surco se abría lentamente:
La herida era profunda para un pequeño grano de maíz:
lacerado su vientre
la tierra se ofrecía generosa
perpetuando el misterio de la Perfección.
El hombre sudoroso apresuraba la tarea
frente a la calurosa tarde que quemaba su espalda.
En un insondable silencio, hundía su ira y su vergüenza
con cada golpe de azadón,
-gotas de sudor se confundían con la sal de sus ojos
aguas amargas que ruedan y alimentan la tierra desgarrada-
Pasos de poder rodeaban el surco,
el silencio se alzaba detrás de las ceibas
y los arrayanes.
Los pájaros, enmudecidos, observaban la labor
de las duras manos
instruidas en el arte de propagar la vida.
Un bulto yacía sobre el suelo,
otros bultos le hacían compañía.
El polvo amarillento de la arcilla se teñía de rojo quedamente,
a lo lejos una guacamaya emprendió vuelo
rayando con su grito las nubes que se deshilachaban
La tierra anhelante esperaba al grano
Que abriga el secreto de la vida
Un peso es arrojado sobre su vientre abierto:
Un peso más enorme que la mudez de los bultos,
uno a uno,
arrojados al fondo de la tierra
en una herida demasiado grande para albergar los granos,
demasiado chica para esconder la desgracia de la muerte
que encierra la tarde de desamparo y espanto.
A lo lejos las montañas callan,
la cañada cercana gime por la ausencia de los hombres,
un niño divaga entre los ranchos quemados y los restos de su hogar
y un perro hambriento buscando amo le acompaña.
Los pasos de poder siguen rodeando el surco
que ahora abriga los restos de quienes fueron silenciados.
Huellas de muerte y desolación marcan el suelo,
restos de miseria se confunden con la hierba.
La tierra entristecida extraña al grano
Que abriga el secreto de la vida
El polvo arcilloso, teñido de sangre, va cubriendo la zanja
donde los cuerpos yacen sembrados como granos de maíz
y el campesino,
-manos instruidas en el arte de propagar la vida-,
quitándose el sombrero
musita una plegaria con los ojos hacia el cielo
mientras el poder le observa indiferente a través de sus armas.
Diez mil hombres hechos grano,
Diez mil granos que germinan en desgracia,
que abriga el secreto de la vida.
El surco se abría lentamente:
La herida era profunda para un pequeño grano de maíz:
lacerado su vientre
la tierra se ofrecía generosa
perpetuando el misterio de la Perfección.
El hombre sudoroso apresuraba la tarea
frente a la calurosa tarde que quemaba su espalda.
En un insondable silencio, hundía su ira y su vergüenza
con cada golpe de azadón,
-gotas de sudor se confundían con la sal de sus ojos
aguas amargas que ruedan y alimentan la tierra desgarrada-
Pasos de poder rodeaban el surco,
el silencio se alzaba detrás de las ceibas
y los arrayanes.
Los pájaros, enmudecidos, observaban la labor
de las duras manos
instruidas en el arte de propagar la vida.
Un bulto yacía sobre el suelo,
otros bultos le hacían compañía.
El polvo amarillento de la arcilla se teñía de rojo quedamente,
a lo lejos una guacamaya emprendió vuelo
rayando con su grito las nubes que se deshilachaban
La tierra anhelante esperaba al grano
Que abriga el secreto de la vida
Un peso es arrojado sobre su vientre abierto:
Un peso más enorme que la mudez de los bultos,
uno a uno,
arrojados al fondo de la tierra
en una herida demasiado grande para albergar los granos,
demasiado chica para esconder la desgracia de la muerte
que encierra la tarde de desamparo y espanto.
A lo lejos las montañas callan,
la cañada cercana gime por la ausencia de los hombres,
un niño divaga entre los ranchos quemados y los restos de su hogar
y un perro hambriento buscando amo le acompaña.
Los pasos de poder siguen rodeando el surco
que ahora abriga los restos de quienes fueron silenciados.
Huellas de muerte y desolación marcan el suelo,
restos de miseria se confunden con la hierba.
La tierra entristecida extraña al grano
Que abriga el secreto de la vida
El polvo arcilloso, teñido de sangre, va cubriendo la zanja
donde los cuerpos yacen sembrados como granos de maíz
y el campesino,
-manos instruidas en el arte de propagar la vida-,
quitándose el sombrero
musita una plegaria con los ojos hacia el cielo
mientras el poder le observa indiferente a través de sus armas.
Diez mil hombres hechos grano,
Diez mil granos que germinan en desgracia,
Diez mil no identificados
deshechos por la tierra que los recibe
cosecha amarga de dolor
terror y muerte,
en huesos blanqueados por la indiferencia.
Abril 29/07
http://www.lafm.com.co/noticia.php3?nt=13225
deshechos por la tierra que los recibe
cosecha amarga de dolor
terror y muerte,
en huesos blanqueados por la indiferencia.
Abril 29/07
http://www.lafm.com.co/noticia.php3?nt=13225
2 comentarios:
Leí tu enlace en el blog de mi gran amiga Maria Elena Ponce y me he pasado para ver tu espacio .Y me voy estremecida, impactada ante la historia que acabo de leer. Impresionada frente a esta denuncia contextualizada en unas letras excelsamente hiladas .
Volveré porqque eres de esas personas ( intuyo) que tiene mucho que decír .Y escribir.
Un abrazo
afortunadamente existen los versos que nos permiten exorcisar situaciones como èsta
feliz dia, gracias por tu visita
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