Equivocada estuve cuando dejé mis besos en tu boca
Extraviada
cuando permití a tus manos
recorrer los pliegues de mis paisajes corporales
Confundida
cuando desaté los cerrojos de mis aposentos
y te permití compartir mi atmósfera color de mandarina
Acierto ahora que detengo el tiempo
y en la caída de la tarde recojo tus despojos
dispersos en el viento
No habrá rito ceremonial
para esta muerte a la que te someto
ni lamentos sobre tu tumba
no sembraré flores en el sitio de tu ausencia
ni entonaré cánticos de pena
Lo que quedó de ti será lanzado lejos,
fuera de mis murallas personales
-donde es el llanto y el crujir de dientes-
Yo, Diosa de mí,
hoy te destierro,
condenado a sumergirte en tus miserias
-allí donde mi luz no llega-
en el egoísta abismo que tallaste
acompañado de una podredumbre tal
que solo devorarán los perros
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