sábado, 22 de diciembre de 2007

EL DESTIERRO

Equivocada estuve cuando dejé mis besos en tu boca

Extraviada

cuando permití a tus manos

recorrer los pliegues de mis paisajes corporales

Confundida


cuando desaté los cerrojos de mis aposentos


y te permití compartir mi atmósfera color de mandarina


Acierto ahora que detengo el tiempo


y en la caída de la tarde recojo tus despojos

dispersos en el viento


No habrá rito ceremonial


para esta muerte a la que te someto

ni lamentos sobre tu tumba

no sembraré flores en el sitio de tu ausencia

ni entonaré cánticos de pena

Lo que quedó de ti será lanzado lejos,

fuera de mis murallas personales

-donde es el llanto y el crujir de dientes-


Yo, Diosa de mí,

hoy te destierro,

condenado a sumergirte en tus miserias


-allí donde mi luz no llega-



en el egoísta abismo que tallaste


acompañado de una podredumbre tal

que solo devorarán los perros

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